miércoles, 16 de marzo de 2011

Cómo nacieron las armas de fuego



El invento de la pólvora trajo como  consecuencia natural el invento de  las armas de fuego.   

Se cerraba una época y nacía otra: el noble caballero enfundado en su  armadura podía ahora ser abatido  por un humilde soldado, y los castillos almenados ya no constituían refugios seguros e inexpugnables,  pues podían ser demolidos por los  grandes proyectiles de la artillería.  La forma de los primeros cañones  era semejante a la de un jarrón que  se estrechara en su boca. Medían  aproximadamente un metro, se colocaban sobre un sólido soporte de  madera, y se cargaban con pólvora  y con un grueso proyectil. El antiguo artillero aproximaba una llama  al fogón (es decir, a un agujero  practicado en el extremo posterior  del cañón) provocando así la explosión de la pólvora y la salida del proyectil. Muy pesados, ruidosos y  de difícil manejo, los cañones resultaban también muy peligrosos para quienes los maniobraban: estallaban con bastante frecuencia, sembrando la muerte y la destrucción. De ahí que la infantería los mirase con recelo.

Cómo funciona el motor de explosión



El principio del funcionamiento de  un motor de explosión tradicional  puede ilustrarse brevemente  a pesar de su complejidad. Las partes
principales del motor de un automó
vil son: la cámara de explosión, el
émbolo
, la biela, las válvulas de salida y entrada, el cigüeñal, el  carburador, la bujía y el distribuidor de encendido.  En la cámara de explosión se encuentra inserto un émbolo que se  mueve de arriba abajo y que, a través de la biela a la que está unido,  transmite dicho movimiento al cigüeñal. Este a su vez lo transmite a  las ruedas.  Para provocar el movimiento del  émbolo se introduce en la cámara  de explosión, a través de una válvula de entrada, una mezcla de aire y  gasolina que es encendida por la  chispa que produce la bujía. El aparato donde se lleva a cabo la mezcla  de aire y gasolina es el carburador,  que recibe la gasolina del depósito  a través de una toma especial dota-  da de filtro.  Para producir la chispa, la bujía necesita recibir la corriente de la batería a través del distribuidor de encendido.  La explosión de la mezcla provoca  un violento empuje, que  pone en marcha el émbolo y, a través de una  serie de reacciones en cadena, todos los órganos del vehículo.  

Cómo funciona un cohete


El principio del cohete puede demostrarse  con un globo.



















No cabe duda de que habréis visto  algunas veces en los jardines esas ruedas giratorias que sirven para re-  gar las plantas. El agua brota de los  orificios de un brazo rotatorio, y éste gira en sentido contrario al del  agua. El célebre físico inglés Isaac  Newton describió dicho fenómeno,  extrayendo del mismo una ley muy  importante: a cada acción (en nuestro caso, la salida del agua a través  de los orificios) corresponde una  reacción igual, pero de sentido contrario (la rueda gira a la misma velocidad que el surtidor de agua, pero en sentido contrario). Este mismo principio explica por qué, cuan-  do un cazador efectúa un disparo  (acción), advierte un contragolpe en  el hombro contra el que mantiene  apoyada la culata del fusil (reacción). Este principio tiene una gran  aplicación en los cohetes, en los  que unos gases muy comprimidos  son expulsados violentamente por  un extremo y, por reacción, todo el   cohete recibe un impulso en sentido contrario al de la dirección de  salida de los gases.  Como es lógico, cuantos mayores  sean las fuerzas a vencer, tanto mayor será el impulso inicial: para elevar a un Saturno V, por ejemplo, hacen  falta 15 toneladas por segundo  de keroseno y oxígeno líquido.  

Cómo eran los antepasados de los automóviles


El vehículo de carreras Times-Herald de F. Duryea 1895.













El Obéissante. 1873.



Durante mucho tiempo se pensó en  cómo lograr que se movieran solos  (de ahí el nombre de automóvil) los vehículos que normalmente eran tirados por hombres o animales. Pero hasta el siglo XVIII no  se inventó el medio que puede ser  considerado como el primer precursor del moderno automóvil.

Este rudimentario ejemplar que se conserva en el Museo Nacional de Artes y  Oficios de París se debe a la labor  del ingeniero francés Cugnot.  A este hombre se le ocurrió la posibilidad de utilizar el invento de la  máquina de vapor de Watt  aplicando su principio a un vehículo. Tras  preparar el proyecto lo presentó al  ministro de la Guerra (el vehículo  estaba destinado al transporte de la  artillería pesada) y obtuvo la autorización para construir el primer  modelo.

Llegado el momento de la prueba la  máquina impulsada por la fuerza-del  vapor superó el examen y logró  transportar durante 15 minutos. a  cuatro personas a la velocidad de  9.5 kilómetros por hora. Cugnot decidió entonces abordar la construcción de un vehículo de mayores proporciones pero en el transcurso de  una de las pruebas en Vincennes el  automóvil escapó a su control y fue  a estrellarse contra una pared.  El fracaso favoreció a los adversarios de Cugnot por lo que hubieron  de pasar varias décadas antes de  que el automóvil  efectuara nuevos  y decisivos progresos.  

lunes, 14 de marzo de 2011

El Hoovercraft


VOLANDO SOBRE. .. LA SUPERFICIE DEL AGUA 

El esquema muestra cómo se desplaza un vehículo de colchón de aire. El
cuerpo (a) va equipado con un
a hélice (b) que proyecta hacia abajo el aire
aspirado desde arriba. Este se reparte entre el suelo y la plataforma,
consiguiendo así inflar una falda de plástico o de tela cauchutada, lo que permite al vehículo elevarse. Una hélice (d) orientable proporciona un aporte de aire en una dirección dada, y el vehículo, por reacción, se  desplaza en sentido contrario.


Sección de un aerodeslizador: se ve la cabina del piloto (a), el espacio
reservado a los pasajeros (b) y el reservado a los vehículos (c).


He aquí otro vehículo, quizás el más extraño de todos. Avanza rápidamente, con  gran estrépito, por tierra y por agua, pero  no toca ni la una ni la otra. Es el aerodeslizador (en inglés hovercraft, que significa  «embarcación volante»), un vehículo que  se desplaza verdaderamente como si volase ... deslizándose sobre un «colchón» de  aire que puede elevarlo hasta algunos metros por encima de la superficie que sobrevuela.  Cuanto mayor es el aerodeslizador, más  se eleva sobre el agua o la tierra.  Para elevarse y desplazarse horizontalmente, el aerodeslizador suele ir equipado con  turbopropulsores de hélice. Su longitud  es unas tres veces mayor que su anchura,  y su forma oblonga recuerda la de los  botes neumáticos, esas pequeñas embarcaciones de caucho inflables hoy tan frecuentes en nuestras playas.   Inicialmente, los aerodeslizadores fueron  puestos a punto para responder a las necesidades del ejército. Tras una fase de -,  estudio sobre prototipos, los primeros modelos, concebidos para transportar una so a  persona y algunas mercancías, comenzaron a surgía principios de los años sesenta. Actualmente, existen de todas dimensiones, y se utilizan para fines civiles, comerciales y militares. Así, los aerodeslizadores que están en servicio en el Canal de  la Mancha pueden transportar 40 vehículos y 250 personas a una velocidad que  alcanza los 150 km por hora. Si la idea de  emplear un colchón de aire es verdadera-  mente ingeniosa, existen, no obstante, lí-  mites que impiden un uso generalizado  de los aerodeslizadores. Estos vehículos  no pueden efectuar largos recorridos por  tierra firme, pues no pueden sobrevolar  terrenos excesivamente accidentados, al  igual que no pueden afrontar largos trayectos sobre el mar, pues la altura de  las olas compromete su estabilidad.  Así  mismo, el fuerte temporal les impide salir  al mar. 

El principio del colchón de aire es muy sencillo: el aire es aspirado,
comprimido y dirigido a la parte inferior del vehículo (a)
. Una «falda» de plástico o de tela cauchutada impide que el aire se escape por los
lados. S
e forma así un colchón de aire sobre el cual el vehículo descansa y desliza (aunque pese varias toneladas). Una vez formado, el colchón de aire sigue estando alimentado por un chorro de aire dirigido hacia abajo y hacia el exterior (b). La cantidad de aire que es necesario bombear está en relación con la magnitud de los accidentes del terreno o con la altura de las olas.