Voyager, nombre de dos sondas estadounidenses, lanzadas en 1977, diseñadas para explorar cuatro de los denominados planetas exteriores del Sistema Solar (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno). Las dos naves se aprovecharon de una conjunción poco común de estos planetas y de su gravedad para desplazarse de uno a otro sin necesidad de depender de los sistemas de propulsión de a bordo. La misión de estas sondas se ha ampliado en la actualidad para explorar el Sistema Solar más allá de los planetas exteriores.
Los Voyager 1 y 2 despegaron del Centro Espacial John F. Kennedy, en Cabo Cañaveral, con la ayuda de un cohete Titan Centaur. Este lanzador propulsó las naves hasta una órbita baja alrededor de la Tierra y las catapultó hacia Júpiter. El Voyager 2 se lanzó el primero, el 20 de agosto de 1977, y el Voyager 1, con una ruta más corta y más rápida, el 5 de septiembre del mismo año.
El Voyager 1 llegó a Júpiter el 5 de marzo de 1979, y el Voyager 2 el 9 de julio. El Voyager 1 sobrevoló Saturno el 12 de noviembre de 1980, y el Voyager 2 el 25 de agosto de 1981. Después de realizar este vuelo de inspección por Saturno, el Voyager 1 continuó hacia el norte, fuera del plano de la eclíptica (en el que se encuentran las órbitas de la mayoría de los planetas). El Voyager 2 pasó por Urano el 24 de enero de 1986, y por Neptuno el 25 de agosto de 1989, y continuó hacia el sur por el espacio interestelar.
LAS SONDAS |
Las dos sondas son idénticas: cada una, de 815 kg , está compuesta por 65.000 piezas. Se diseñaron con materiales resistentes a las radiaciones, y las piezas más sensibles recibieron una protección suplementaria.
Un juego de 16 propulsores permitía a las naves controlar la posición y corregir la trayectoria. Cada uno de ellos producía un empuje de sólo 0,85 newtons, de forma que la nave podía realizar maniobras delicadas. Como las sondas debían viajar lejos del Sol, no podían utilizar paneles solares para aprovechar su energía. En su lugar, para accionar los instrumentos, el ordenador, la radio y otros sistemas, emplearon generadores termoeléctricos de radioisótopos, que producen electricidad a partir del calor resultante de la desintegración radiactiva del plutonio. Las aeronaves se controlan a través de la denominada Deep Space Network (red del espacio profundo), un sistema global de seguimiento de naves espaciales, que permite también devolver sus datos a la Tierra.
Las dos sondas estaban equipadas con los instrumentos necesarios para llevar a cabo diez experimentos científicos diferentes. Llevaban cámaras de televisión, sensores de infrarrojos y ultravioleta, magnetómetros, detectores de plasma, sensores de rayos cósmicos y detectores de partículas con carga. Además, las radios de las naves se emplearon para recopilar información sobre atmósferas planetarias y sistemas de anillos.
A bordo se colocó un mensaje para la posible comunicación con seres extraterrestres que pudieran entrar en contacto con las sondas. Cada Voyager lleva un disco de 30,5 cm de diámetro, hecho de cobre, con recubrimiento de oro, que contiene 115 imágenes y una gran variedad de sonidos naturales representativos de las distintas formas de cultura y vida en la Tierra. El disco también incluye selecciones musicales de diferentes culturas y épocas, frases de saludo en 55 idiomas y mensajes impresos del entonces presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y de Kurt Waldheim, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas en aquel momento.
OBSERVACIONES CIENTÍFICAS |
Las sondas Voyager proporcionaron gran cantidad de información sobre los planetas exteriores. Revelaron la existencia de pequeñas tormentas y remolinos por toda la capa de nubes de Júpiter, y que la Gran Mancha Roja es en realidad un ciclón gigantesco. Descubrieron nueve volcanes en erupción en la gran luna joviana Ío, que fueron los primeros descubiertos en otro cuerpo del Sistema Solar distinto de la Tierra. Las sondas también hallaron alrededor de Júpiter un anillo muy tenue de polvo, que comenzaba a unos 99.000 km del planeta y se extendía unos 30.000 km hacia el exterior.
Los datos transmitidos por las sondas mientras sobrevolaban Saturno revelaron características atmosféricas similares a las de Júpiter. Se descubrió que Encélado, uno de los satélites interiores de Saturno, estaba marcado por grandes fallas y valles, y que Mimas, otro de sus satélites, muestra un cráter tan enorme que el impacto que lo originó pudo casi haberlo partido por la mitad. En los anillos de Saturno se descubrieron estructuras inesperadas, como rizos y configuraciones radiales, así como anillos muy finos y otros anchos y difusos que no se habían observado desde la Tierra.
Al pasar por Urano, el Voyager 2 reveló la existencia de un campo magnético no detectado anteriormente y una gran capa de neblina sobre el polo del planeta iluminado por el Sol. La sonda además descubrió diez nuevas lunas. En Miranda, el satélite más interior conocido en aquel momento, el Voyager 2 descubrió cañones de 20 km de profundidad, así como indicadores topográficos relativos a una gran actividad geológica. La sonda proporcionó información sobre los nueve anillos del planeta y se descubrió que eran claramente más jóvenes y estaban compuestos de partículas de mayor tamaño que los anillos de Júpiter y Saturno.
El Voyager 2 reveló que Neptuno es un planeta sorprendentemente dinámico que tiene numerosos puntos oscuros grandes similares a los de Júpiter. Esta sonda también descubrió que en Neptuno se producen vientos más fuertes que en ningún otro planeta, alcanzando velocidades de hasta 2.000 km/h. Las imágenes del Voyager 2 de Tritón, el satélite más grande de Neptuno, muestran erupciones en forma de géiseres que arrojan gas nitrógeno y oscuras partículas de polvo a su tenue atmósfera. Antes de seguir su viaje por el espacio interestelar, el Voyager 2 transmitió una última imagen que mostraba el Sistema Solar en su globalidad.
Las dos sondas se construyeron pensando que sus misiones originales tendrían una duración de cinco años. Sin embargo, como consecuencia del gran avance de la informática, los científicos pudieron reprogramar los ordenadores de a bordo para prolongar su existencia. Ambas naves continúan viajando por el espacio y transmitiendo datos a la Tierra.
En su misión conjunta, el Voyager 1 y el Voyager 2 han explorado todos los planetas gigantes exteriores del Sistema Solar, 48 de sus lunas y cada uno de sus anillos y campos magnéticos. La información que han transmitido a la Tierra ha ayudado a resolver muchas de las cuestiones clave en astronomía a la vez que han planteado nuevas e interesantes preguntas acerca del origen y la evolución de los planetas en el Sistema Solar.